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El Viaje Interior a Través de las Asanas: Cómo Conectar Cuerpo, Mente y Espíritu en tu Práctica de Yoga

Cuando comenzamos nuestra práctica de yoga, a menudo estamos más preocupados por si nuestra postura se ve bien o si estamos lo suficientemente flexibles como para llegar al suelo. Es normal. Pero a medida que profundizamos, nos damos cuenta de que el yoga es mucho más que flexibilidad o fuerza. Es un proceso de autoconocimiento que conecta cuerpo, mente y espíritu.

En El árbol del yoga, B.K.S. Iyengar describe este viaje en detalle, y sus enseñanzas nos invitan a ir más allá de la mera postura física. Vamos a explorar este camino, paso a paso, y descubrir cómo nuestras asanas pueden transformarse en una experiencia profunda de conexión y consciencia plena.

1. Acción Conativa: Todo Comienza con el Esfuerzo

Al principio, todo es esfuerzo físico. Piensa en cuando haces una postura como Adho Mukha Svanasana (el perro boca abajo). Tal vez sientas que tus brazos se cansan rápido o que los talones no tocan el suelo. Te concentras en estirar y en no perder el equilibrio. Este es el nivel de acción conativa, donde estás usando tu fuerza de voluntad para mantener la postura.

Es completamente normal que al principio todo se sienta un poco «torpe» o incluso forzado. La acción conativa es ese primer empujón necesario. Es el esfuerzo básico que te permite entrar en la postura, aunque aún estás tocando solo la superficie de lo que esa asana puede ofrecer.

2. Acción Cognitiva: Comienza a Sentir desde Adentro

Una vez que te sientes más cómodo en la postura, algo mágico ocurre: comienzas a sentir lo que está pasando en tu cuerpo. Imagina que estás en Virabhadrasana II (el guerrero II). Tus pies están bien plantados en la tierra y, de repente, te das cuenta de cómo el peso se distribuye entre ellos. Puedes sentir cómo tu piel percibe la tensión en los muslos o cómo el aire toca los brazos extendidos. Eso es la acción cognitiva, cuando los órganos de percepción (piel, ojos, oídos) se conectan con el cuerpo y empiezan a notar las sutilezas.

Este es el momento en el que empiezas a estar realmente presente en tu cuerpo. Ya no estás pensando solo en mantener la postura, sino en lo que estás sintiendo en ella.

3. Comunicación o Comunión: La Mente y el Cuerpo se Sincronizan

Ahora viene la verdadera conexión. Después de sentir lo que está ocurriendo en el cuerpo, la mente entra en juego de una manera más profunda. Si vuelves a tu perro boca abajo, ahora puedes empezar a notar cómo la presión de tus manos sobre el suelo se relaciona con la extensión de tu columna. Este es el nivel de comunión, donde la mente observa lo que está sucediendo entre tu cuerpo y tus sentidos. La mente se convierte en un puente entre lo que tu cuerpo está haciendo y lo que tus sentidos están captando.

Este es el punto en el que el yoga deja de ser simplemente un ejercicio físico y se convierte en una meditación en movimiento. Tu mente y tu cuerpo empiezan a hablar el mismo idioma.

4. Acción Reflexiva: Escuchando a tu Cuerpo

A medida que te vuelves más consciente, empiezas a comparar las sensaciones actuales con las que has sentido antes. En tu Trikonasana (la postura del triángulo), puedes recordar cómo era al principio y notar cómo ahora sientes una mayor apertura en las caderas o una conexión más fuerte con el suelo. Estás en el nivel de acción reflexiva, donde la mente no solo observa, sino que también analiza y reflexiona sobre lo que siente.

Este es un proceso de aprendizaje continuo. Empiezas a hacer ajustes conscientes en tu postura porque entiendes más profundamente lo que está ocurriendo. Quizás te des cuenta de que un pequeño cambio en la alineación del pie mejora el equilibrio, o que una respiración más profunda te permite estirar más sin esfuerzo.

5. Percepción Consciente Total: La Práctica Como Meditación

Finalmente, llegamos al nivel más profundo: la percepción consciente total. Aquí es donde todas las acciones —física, cognitiva, mental y reflexiva— se integran en una experiencia unificada. En este punto, no solo estás en la postura, eres la postura. Tu mente ya no está distraída, y cada parte de tu cuerpo está completamente presente. El esfuerzo desaparece, y todo fluye en armonía.

Piensa en la sensación después de una clase completa de yoga, cuando llegas a Savasana (la postura del cadáver). Hay una sensación de paz, de haber llegado a un estado de equilibrio donde cuerpo, mente y espíritu se encuentran en un mismo espacio. Esa es la percepción consciente total. Es un estado en el que ya no hay fluctuaciones ni tensiones, solo una presencia plena.

Llevarlo a Tu Práctica Diaria

Este proceso de integración no ocurre de un día para otro. Requiere paciencia, constancia y una apertura para escuchar lo que tu cuerpo y mente te están diciendo en cada práctica. La próxima vez que te encuentres en tu esterilla, intenta llevar tu atención más allá del esfuerzo físico. Empieza por sentir lo que está ocurriendo en tu piel, luego observa cómo tu mente puede guiar esos movimientos y, finalmente, permite que tu práctica se convierta en una experiencia de meditación y autoexploración.

Recuerda que no es necesario lograr la postura «perfecta». Lo importante es cómo te sientes en ella, cómo conectas con cada parte de tu cuerpo y cómo tu mente se involucra en el proceso. Ese es el verdadero yoga: un viaje hacia la consciencia plena, desde la piel hasta el alma.

Namasté, y que disfrutes cada paso de tu práctica.

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